
Georg Ohm

El forjador de la resistencia
En una época en que los relámpagos eran todavía considerados manifestaciones divinas y la electricidad una fuerza misteriosa, nació un hombre que desentrañaría las leyes invisibles que rigen su flujo. Georg Simon Ohm, el arquitecto de la corriente, llegó al mundo el 16 de marzo de 1789, en la ciudad de Erlangen, Alemania. Hijo de un humilde cerrajero, su vida sería una lucha constante contra la adversidad, marcada por el esfuerzo, la perseverancia y un genio que brillaría en medio de las sombras del desconocimiento.
Ohm creció en una familia donde el intelecto no era heredado, sino cultivado. Su padre, autodidacta, le transmitió el amor por las matemáticas y la física, mientras su madre le enseñaba la importancia de la resiliencia. A pesar de las limitaciones económicas, Ohm mostró desde joven una capacidad extraordinaria para la abstracción y el razonamiento lógico.
En el año 1827, mientras Europa apenas comenzaba a comprender los misterios de la electricidad, Ohm publicó su obra maestra: “Die galvanische Kette, mathematisch bearbeitet” (El circuito galvánico, tratado matemáticamente). En este tratado, estableció una relación fundamental que cambiaría para siempre el curso de la ciencia:
La intensidad de una corriente eléctrica en un circuito es directamente proporcional a la diferencia de potencial e inversamente proporcional a la resistencia.
Con esta sencilla pero poderosa ecuación, I = V/R, Ohm reveló el corazón matemático del flujo eléctrico. Había descifrado las reglas invisibles que gobernaban los circuitos, brindando a los científicos y a los ingenieros una herramienta para domar la energía que fluye a través de los hilos de cobre.
Pero los caminos del genio suelen ser arduos. En su tiempo, las ideas de Ohm no fueron recibidas con entusiasmo. Muchos consideraron sus conclusiones demasiado abstractas y alejadas de la práctica. Su trabajo fue ignorado, y Ohm, decepcionado, se retiró temporalmente de la investigación para dedicarse nuevamente a la enseñanza.
Sin embargo, como la corriente eléctrica misma, su legado no podía ser contenido. Con el tiempo, su trabajo fue reconocido como una de las bases de la teoría eléctrica moderna. La Ley de Ohm, como se la conoce ahora, no solo es fundamental para la física, sino que también se convirtió en el cimiento sobre el cual se levantaron las industrias de la electricidad y la electrónica.
Georg Simon Ohm no fue solo un matemático y físico; fue un espíritu incansable que enfrentó el rechazo con dignidad y persistencia. Su vida fue un testimonio de cómo la búsqueda de la verdad puede triunfar sobre las adversidades sociales y económicas.
En 1841, finalmente, recibió el reconocimiento que merecía, al ser galardonado con la Medalla Copley de la Royal Society de Londres. Pero Ohm nunca trabajó por el aplauso; su motivación era más profunda: desentrañar las leyes que rigen el universo y compartir ese conocimiento con el mundo.
Ohm falleció el 6 de julio de 1854, pero su legado perdura en cada circuito que ilumina nuestras vidas modernas. Su nombre vive no solo en su famosa ley, sino también en la unidad de medida de la resistencia eléctrica, el ohmio, un tributo a un hombre que dedicó su vida a medir lo invisible.
En su vida, Georg Simon Ohm fue una figura de resistencia, tanto en el sentido físico como en el humano. Resistió el desprecio de sus contemporáneos, las limitaciones de su época y las barreras económicas para descubrir una de las leyes fundamentales de la naturaleza.
Ohm, el forjador de la resistencia, nos enseñó que incluso las fuerzas más invisibles del universo pueden ser entendidas y gobernadas por la razón. Su legado nos ilumina en cada chispa, en cada corriente, en cada luz que vence la oscuridad.