Ayrton y Pockels
Domadoras de la luz
En un tiempo donde las mujeres eran relegadas a las sombras de los grandes descubrimientos, dos mentes brillantes, separadas por países y disciplinas, iluminaron el camino de la ciencia con su ingenio y pasión. Hertha Ayrton, la domadora de la luz eléctrica, y Agnes Pockels, la alquimista de las superficies, demostraron que incluso en los márgenes de la historia podían gestarse revoluciones científicas.
Agnes Pockels: La química de las superficies y el lenguaje de la luz
Nacida en 1862 en Venecia, en el seno de una familia alemana, Agnes Pockels pasó gran parte de su vida en la ciudad de Brunswick. Aunque deseaba estudiar ciencias, las universidades de su tiempo cerraban sus puertas a las mujeres. Sin embargo, esto no detuvo su curiosidad. En la cocina de su casa, Pockels transformó utensilios cotidianos en herramientas científicas. Allí comenzó a explorar los misterios de las películas delgadas que se forman sobre el agua, fascinada por cómo interactuaban con la luz.
Pockels diseñó un aparato casero, el balancín de película, que permitía medir la tensión superficial del agua. Este instrumento, precursor de los tensiómetros modernos, reveló los secretos de cómo las moléculas en la superficie interactúan con la luz, reflejándola o alterándola. Su trabajo fue un faro en la naciente física de superficies. Aunque carecía de un título universitario, su artículo fue publicado gracias al apoyo del físico Lord Rayleigh, lo que marcó el inicio de un reconocimiento tardío pero merecido.
Agnes Pockels nos mostró que la luz no solo atraviesa las superficies, sino que también susurra secretos sobre las fuerzas que las mantienen unidas.
Hertha Ayrton: La guardiana del arco luminoso
A más de mil kilómetros de distancia, en 1854, nacía en Portsea, Inglaterra, una niña llamada Phoebe Sarah Marks, quien más tarde adoptaría el nombre de Hertha en honor a la diosa de la Tierra. Hertha creció en la adversidad, pero encontró en su intelecto un arma para enfrentar las barreras de género. Asistió al Girton College de Cambridge, donde destacó en matemáticas, aunque no pudo recibir un título formal debido a las restricciones de su tiempo.
Ayrton centró su genio en el estudio del arco eléctrico, una tecnología emergente utilizada para la iluminación pública. Los arcos eléctricos, aunque prometedores, eran inestables y parpadeantes. Con una aguda combinación de experimentación y matemáticas, Ayrton desentrañó los secretos de estas luces volátiles, diseñando mejoras que las hicieron más estables y brillantes.
En 1903, presentó su trabajo en la Royal Society, una hazaña casi inédita para una mujer de su época. Sus investigaciones no solo impulsaron la iluminación moderna, sino que también se extendieron a la aerodinámica y al diseño de sistemas para dispersar gas tóxico durante la Primera Guerra Mundial.
Hertha Ayrton transformó el caos del arco eléctrico en una sinfonía luminosa, desafiando a la oscuridad con el resplandor de su genio.
Aunque Pockels y Ayrton jamás se conocieron, sus vidas trazaron caminos paralelos de lucha y descubrimiento. Mientras una estudiaba la interacción de la luz en las superficies microscópicas, la otra dominaba su comportamiento en las vastas corrientes eléctricas. Ambas compartieron una devoción inquebrantable por la ciencia y un desafío constante a los prejuicios que intentaban confinarlas.
Hoy, sus contribuciones son pilares en campos que abarcan desde la óptica hasta la ingeniería eléctrica. Su trabajo nos recuerda que la luz, ya sea la del conocimiento o la del universo físico, siempre encuentra su camino incluso en las sombras más densas.
Hertha Ayrton y Agnes Pockels, guardianas de la luz y las superficies, tejieron con su genio un puente entre lo visible y lo invisible, demostrando que el brillo del intelecto trasciende cualquier barrera.





